jueves, 7 de abril de 2016

miércoles, 29 de febrero de 2012

"¿Alguien me quiere?"

Con toda seguridad, fui yo quien decidió que esto fuera así. Se le podría reprochar a un Dios cruel, al destino, a la mala suerte. Todo falso. Vaguedades. Si hay algún culpable de mi situación, ese soy yo.
Sin embargo, me duele ver que cualquier persona, animal o cosa, hasta un ordenador o un vehículo, sean capaces de generar sentimientos en los demás que yo no puedo. Hasta el mismísimo John Nash tuvo a un grupo de personas que lo apoyaba y arropaba. Vivo rodeado de la soledad más absoluta, la que yo mismo perseguí durante horas y horas de medida deshumanización; pero no soy feliz, no lo he conseguido. Me equivoqué, lo admito.
Ahora solo me queda seguir enviando estos mensajes huecos a través del espacio y el tiempo, con la débil esperanza de que algún día alguien me pueda responder de forma sincera a una pregunta tan simple pero a la vez tan angustiosa.

"Requiescat in Rolex", Xavier Velasco


"La muerte es una ventana demasiado alta. Nadie puede asomarse, ni quién sepa qué diablos hay del otro lado. Se habla de paraísos, reencarnaciones y avernos, y ante tanto misterio hay quien prefiere asumir que no existe sino un vacío interminable. Una nada tan ancha y tan total que nunca más se vuelve de sus brazos polares. Y ése es el miedo con el que algunos crecemos: que al morir simplemente dejemos de existir, que no queden más que unas cuantas huellas que se vayan borrando con los días, los meses o los años, hasta que sea como si jamás hubiésemos estado".

"Cet air etrange", Etienne Daho

Más "Mantra" de Rodrigo Fresán

"En cualquier dimensión no seríamos otra cosa que fracasados; en nuestro exclusivo planeta éramos un puñado de seres que jamás habían sentido la necesidad de triunfar. El curso de nuestras biografías estuvo trazado de antemano y nuestras mínimas transgresiones a ese mapa siempre fueron nada más que formas alternativas de acatamiento: drogas del tipo recreacional, alcohol, matrimonios mal avenidos, poco originales y siempre incompletas tentativas de suicidio, la adicción eléctrica a los videogames más fáciles de vencer, ver demasiadas veces la misma película de culto hasta sentirla parte de la respiración. No éramos viejos pero tampoco éramos jóvenes (supongo que éramos hijos de existencialistas), y la palabra madurez (hasta hace poco sólo adjudicable a los otros o a las frutas) era consultada cada vez más veces en el diccionario de nuestros días con la angustiante incredulidad de quien no puede creer que aquello que lee lo incluya o lo defina".

domingo, 26 de febrero de 2012

"Tiempo muerto"

Pasar la vida en espera, ansiando la llegada de algo que, cuando llega, siempre supone decepción y comienzo de una nueva espera. La expectación como motor, como esperanza. Comenzar el lunes con la certeza de que, horas después, en el horizonte anodino de la semana, espera triunfal el viernes, la meta deseada, el oasis.
Y cuando llega el viernes, se cumple inevitable la desafortunada pérdida de tiempo, el spleen que anula, el letargo que impide la acción mínima. Entonces, cuesta abajo, amanece un sábado tardío, víspera de domingo nervioso, que hay que exprimir como un limón a punto de arrojarse a la basura, con manchas verdes e inicios de moho. El sábado pasa como un relámpago, es un relámpago, que hiere. Se acumulan las horas, los minutos perdidos, en el recipiente decrépito de vida que se va cayendo, que se va cediendo.
Para que al final, una vez más, se despierte el lunes sediento de tiempo fresco, y nuevo, y repetido... inútil. Gastar los días como cigarrillos de un fumador pasivo, que se conforma con aspirar el humo dañino que a otros pudre, siempre con el mismo objetivo en el horizonte: un viernes, unas vacaciones, una jubilación anticipada y pacífica, otro viaje, la muerte.